Retos del constitucionalismo pluralista by Rodríguez Gloria Amparo

autor:Rodríguez, Gloria Amparo [Rodríguez, Gloria Amparo]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9789586654258
editor: Siglo del Hombre Editores
publicado: 2011-01-01T00:00:00+00:00

LA PERSPECTIVA INDIGENISTA

Una constante en la historia boliviana ha sido el no-lugar de los pueblos indígenas, quienes han estado invisibilizados y sometidos por un Estado republicano monocultural, colonialista y excluyente (Núñez, 2009, p. 89) que desconoce abiertamente la existencia de los indígenas, sobre todo de los aymaras, como otro pueblo, como otra nación:

… el indio sigue siendo el Otro, la otredad de la conquista, pero también de la Colonia; solo que su figura ya no es tan abstracta, ambigua y borrosa. El indio es el Otro, solo que dentro de las redes del sistema, dentro de los diagramas de fuerza colonial […] El indio está en todas partes de las tierras conquistadas, es la aplastante población mayoritaria […] El indio es el sustrato demográfico de las clases subalternas, incluso es el substrato social de la mestización, que se extiende a lo ancho del campo social, atravesando todos los estratos sociales. (Gutiérrez et al., 2000, p. 119)

Según datos del Censo de 2001, del total de la población boliviana, 5 el 62 % se autoidentifica como perteneciente a uno de los pueblos indígenas originarios existentes en el país, mientras que el 38 % manifiesta no pertenecer a ninguno; estas cifras evidencian el porcentaje mayoritario de la población, que en su condición de indígenas han ocupado un lugar insignificante y residual en la medida en que son definidos como los “otros” del escenario político.

Los pueblos indígenas originarios han construido una visión particular sobre el derecho a la propiedad, ya que su relación con los bienes o las cosas se estructura a partir de valores, prácticas y costumbres ancestrales que en ocasiones distan de las concepciones occidentales sobre la propiedad: “el derecho y la justicia indígenas no son derecho consuetudinario, sino más bien un sistema jurídico que funciona paralelamente al derecho positivo estatal en los espacios de las comunidades o ayllus” (Fernández, 2000, p. 1). Por tal razón, el derecho a la propiedad está anclado en una conciencia histórica que reconoce relaciones solidificadas a lo largo del tiempo y en las relaciones rituales sagradas, con características particulares:

Según Garcilaso de la Vega, la tierra estaba dividida en tres partes: la tierra del inka, del Sol y de los naturales. A estos últimos se les distribuía a una legua de camino o un tupu, conforme al número de hijos que tenían, tanto varones como mujeres; a la gente noble le correspondían las mejores tierras ([1605] 1970, pp. 169-172). Wamán Poma de Ayala es mucho más enfático al sostener que las mujeres tenían derechos independientes a la tierra; manifiesta que “tenía la ley de su madre” ([1612] 1992, p. 133). Ambos insisten en que no existían derechos absolutos sobre este bien, estando caracterizada la norma, al contrario, por una compleja superposición de diferentes derechos. A la persona que no cumpliera satisfactoriamente el cultivo de su asignación “lo castigaban afrentosamente. Dábanle en público tres o cuatro pedradas en la espalda o le azotaban los brazos y piernas con varas de mimbre, por holgazán y flojo…”.

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